miércoles, 17 de diciembre de 2008

Qué cansador es ser siempre uno mismo

Una vez más la terquedad de lo cotidiano me asfixia. Agotado por el vértigo del pensar, las preguntas que respondo parecen una y otra vez caer como frutos de un mismo árbol. Qué cansador es ser siempre uno mismo.
El espejo, cruel en su perfección, logra desilusionarme día a día en la repetición de lo que espero sea una agradable sorpresa, destacando redundantemente la belleza de todo lo nuevo en este estado.
Ya me es imposible negarme a la pasividad del no-progreso; de un no-progreso indestructible con el mero esfuerzo insaciable del narcisismo de mi soledad. La búsqueda debe superarme. De cualquier otra forma, mañana despertaré con la misma y rutinaria sensación de no tener nada nuevo que ofrecer.
Hoy lo veo, hoy abro el espectro, hoy rompo con toda estructura conocida que me condiciona a pensar como ayer, como siempre. Pero entonces... entonces vuelvo a dudar de esto que hoy mismo proclamo... Otra vez el vértigo; este maldito amigo que me desestabiliza, que trae a la luz mis peores inseguridades desde lo profundo y oscuro de mi seguridad. Otra vez el vértigo; este cruel compañero que representa la única esperanza que me queda, la única certeza que confirma mi identidad: mañana, ya no seré el de ayer.

La Condena de Caín

lunes, 24 de noviembre de 2008

Sobre el aburrimiento

(...)Entre estos frenéticos ataques de aburrimiento me preguntaba, de cuando en cuando, si no era que deseaba morirme; pregunta razonable, pues vivir me disgustaba tan profundamente. Pero entonces, no sin estupor, advertía que si bien no me agradaba vivir tampoco quería morir. Así, las alternativas acopladas que, como en un ballet funesto, desfilaban por mi mente no se detenían ni siquiera ante la elección extrema entre la vida y la muerte. En realidad, como algunas veces pensaba, no era que quisiera morirme; lo que quería era no seguir viviendo del modo en que vivía.

Extracto de "El aburrimiento" - Alberto Moravia (escritor italiano 1907-1990)

martes, 11 de noviembre de 2008

La ciudad perdida

Luego del terremoto,
del diluvio extraordinario,
bajo el agua, rezagado,
veo que mi horizonte se desplaza a medida que voy nadando.

Dolorido, casi ahogado, me pregunto
- ¿Qué quedó del humo?
¿de las ruinas de la "civilización"?
¡Era todo tan hermoso!
(condescendiente con mi espíritu siniestro)

Recuerdo la ciudad devastada.
Aquella belleza del infierno,
todo deseable, nada satisfactorio.
La tragedia la ibamos perdiendo... y éramos felices..

Construimos todo bajo asesinatos cotidianos
y en nuestras propias mentes complejas
llevábamos la ruptura...

Sonidos anónimos, alcohol, amor...
No ganábamos ni perdíamos, destruíamos.
Extraño esa resaca de persianas bajas.
¡Quiero mi Ribotril!
¡Mi bendito insomnio económico!

Vivíamos sin errores,
embriagados por la vida silenciosa
de la soledad multitudinaria.

En aquel mundo, nuestras realidades se volvian objetivas.
Extraño todo..
Necesito más catástrofes, festejos...

Nado en un líquido que no me engaña,
y de repente... -¡Puedo volver a escribir, como pensamiento indisciplinado!-

Pero no logro entender. Me pregunto
¿Qué me pasa?
¿Respiro otro oxígeno? ¿mi físico sufre??
Existir, ¿me sigue pareciendo algo fatídico?

Mi memoria tiembla
diapositivas de esa ola gigante, tragándome
rápida, lastimosa...
pero aliviándome a la vez.

De a poco grito: - ¡está predominando nuevamente mi forma humana!-
Me pervierto, asumo mi justa soberbia.
Angustiado, me salvo, escapo...
Mis pulsaciones van más rápido que mi propio ser.
Mi presión no es la normal, siento latidos acelerados.
A punto de hacerme polvo de mis palabras
grito :¡el tiempo ya no es una trampa...!

Que yo sepa, no voy a volver a mi cárcel...
(pero todo lo demás que suceda, no es ya culpa mía)


La Condena de Caín

lunes, 20 de octubre de 2008

La búsqueda de lo intolerado

"El mecanismo más eficaz para el control del pensamiento en las
sociedades
democráticas consiste en la limitación de lo pensable, que se
logra por medio de
la tolerancia del debate, incluso del fomento del mismo,
aunque sólo sea dentro
de límites adecuados" – Noam Chomsky

Esa mañana desperté con ganas de gritar pero ya no me acordaba cómo. ¿Hace tanto tiempo fue la última vez? En las últimas semanas, los últimos meses, años, había estado debatiendo, discutiendo; había repetido ideas que rondaban mi cabeza con moderadas diferencias que mi moral me mentía como radicales. ¡Pero hace cuánto que no gritaba! Simplemente no recordaba cómo. Fueron estas ganas las que me hicieron ver que hasta entonces no había pensado en un cambio serio, en un cambio tan profundo que realmente me perjudicase. Los debates, discusiones, su acumulación, llevan a ese cambio. Pero necesariamente deben estallar en un grito que lo proclame. En ese grito que ya se me confunde y no estoy seguro de alguna vez haber pronunciado.
Ya hace mucho tiempo de esa mañana. Todavía no aprendí a gritar. Sin embargo, desde entonces, mi búsqueda finalmente fue sincera. Finalmente comprendí que mi grito se encuentra encerrado detrás de los límites de todo lo “bueno” y “sano” que rige la sociedad. Hoy, el realmente estar buscando ese cambio, el saber que lo deseo profundamente y no como una máscara que me proteja de mi mismo, es lo que me empuja, irreversiblemente, a la búsqueda de lo intolerado.


La Condena de Caín

jueves, 2 de octubre de 2008

(...) El resultado es una suerte de generalizado relativismo ideológico y filosófico: las ideas y las representaciones, como las mercancías, no son ni buena ni malas en sí mismas, sino que se colocan mejor en el mercado según la ley de oferta y la demanda. Así queda bloqueada toda posibilidad de determinar una jerarquía de legitimidades, y mucho menos una legitimidad última, una imagen universalmente válida de la verdad sobre el mundo o la sociedad. Esto tiene un aspecto sumamente positivo en tanto impide la absolutización del pensamiento y el dogmatismo sustancialista. Pero desgraciadamente, este es un aspecto muy subsidiario: lo dominante es que el mencionado relativismo impide la construcción de ideas de legitimación alternativas a las ya existentes en un mercado saturado; paradójicamente, la legitimación ideológica del postmodernismo consiste en que no hay ideas completamente legítimas: en un mundo sin más fundamento que la libre circulación de las ideas-mercancias en el mercado, sólo es posible juzgar por la eficacia de los resultados (las mejores mercancias son, como se sabe, las que mas se venden) y no por la consistencia de esas ideas para construir interpretaciones - por lo tanto modificaciones- de la realidad. El pragmatismo del pensamiento sustituye, en estas condiciones, al pensamiento crítico que procura analizar en profundidad y con lucidez los malestares de la cultura y la sociedad, y el sometimiento conformista a las hipnotizantes imágenes fragmentadas de los medios de comunicación sustituye a la reflexión y a la duda metafísica sobre las imperfecciones del mundo.

Fragmento de "Las Formas de la Espada"
Eduardo Gruner (sociólogo argentino)

lunes, 8 de septiembre de 2008

El hombre civilizado

La fantasía de que otro hombre (un hombre sabio, un hombre justo y honesto) proteja nuestro sueño de pesadillas intrometidas, ronda constantemente la realidad de depender de otros para disfrutar nuestra humana "libertad".
La civilización, como oposición a la barbarie, le da al hombre una condición social más adecuada al momento histórico dado o, siendo más generosos con el término, un supuesto mayor respeto por los intereses del resto de las personas.
La duda surge a partir de cómo se imponen estas reglas que rigen las sociedades más civilizadas. Si bien están dispuestas a lidiar con una visión del hombre como lobo de sí mismo, arrastran implícitamente un concepto deshumanizador que usualmente es ignorado.
No quedan dudas que la organización social es una necesidad del conjunto de la población para poder convivir. Con este objetivo, se limitan instintos naturales del hombre "salvaje". Tal vez el conflicto comienza cuando en pos de este objetivo, se torna más importante la deshumanización planteada que el concepto inicialmente expuesto, con lo cual se llega a plantear la duda de si el hombre civilizado no solamente es una auténtica y sincera representación en sí, sino si durante su concepción se ganó más respeto "democrático" de lo que se perdió en libertad individual.
Detrás de este análisis, no se encuentran, sean compartidas o no, ideas de organización social anárquicas.
Se trata de entender en qué nos basamos para tomar ciertas decisiones individuales que muchas veces atienden más a formas socialmente correctas que a sinceras representaciones de nuestras ideas y/o sentimientos.
En nombre del respeto al prójimo hemos históricamente justificado actos cobardes, opiniones tibias o posturas de nulo valor crítico.
En consecuencia no es en vano alentar hoy, sin despreciar la evolución lograda por el ser humano en el transcurso de la historia, la lucha por que la civilización no deshumanice al hombre.

La Condena de Caín

martes, 26 de agosto de 2008

La muralla y los libros

­Leí, días pasados, que el hombre que ordenó la edificación de la casi infinita muralla china fue aquel primer emperador, Shih Huang Ti, que asimismo dispuso que se quemaran todos los libros anteriores a él. Que las dos vastas operaciones –las quinientas a seiscientas leguas de piedra opuestas a los bárbaros, la rigurosa abolición de la historia, es decir del pasado– procedieran de una persona y fueran de algún modo sus atributos, inexplicablemente me satisfizo y, a la vez, me inquietó.
Indagar las razones de esa emoción es el fin de esta nota. Históricamente, no hay misterio en las dos medidas. Contemporáneo de las guerras de Aníbal, Shih Huang Ti, rey de Tsin, redujo a su poder los Seis Reinos y borró el sistema feudal: erigió la muralla, porque las murallas eran defensas; quemó los libros, porque la oposición los invocaba para alabar a los antiguos emperadores.
Quemar libros y erigir fortificaciones es tarea común de los príncipes; lo único singular en Shih Huang Ti fue la escala en que obró. Así lo dejan entender algunos sinólogos, pero yo siento que los hechos que he referido son algo más que una exageración o una hipérbole de disposiciones triviales.
Cercar un huerto o un jardín es común; no, cercar un imperio.
Tampoco es baladí pretender que la más tradicional de las razas renuncie a la memoria de su pasado, mítico o verdadero. Tres mil años de cronología tenían los chinos (y en esos años, el Emperador Amarillo y Chuang Tzu y Confucio y Lao Tzu), cuando Shih Huang Ti ordenó que la historia comenzara con él.
Shih Huang Ti había desterrado a su madre por libertina; en su dura justicia, los ortodoxos no vieron otra cosa que una impiedad; Shih Huang Ti, tal vez, quiso borrar los libros canónigos porque éstos lo acusaban; Shih Huang Ti, tal vez, quiso abolir todo el pasado para abolir un solo recuerdo; la infamia de su madre. (No de otra suerte un rey, en Judea, hizo matar a todos los niños para matar a uno.)
Esta conjetura es atendible, pero nada nos dice de la muralla, de la segunda cara del mito. Shih Huang Ti, según los historiadores, prohibió que se mencionara la muerte y buscó el elixir de la inmortalidad y se recluyó en un palacio figurativo, que constaba de tantas habitaciones como hay días en el año; estos datos sugieren que la muralla en el espacio y el incendio en el tiempo fueron barreras mágicas destinadas a detener la muerte.

* * *

Todas las cosas quieren persistir en su ser, ha escrito Baruch Spinoza; quizá el Emperador y sus magos creyeron que la inmortalidad es intrínseca y que la corrupción no puede entrar en un orbe cerrado.
Quizá el Emperador quiso recrear el principio del tiempo y se llamó Primero, para ser realmente primero, y se llamó Huang Ti, para ser de algún modo Huang Ti, el legendario emperador que inventó la escritura y la brújula.
Este, según el Libro de los ritos, dio su nombre verdadero a las cosas; parejamente Shih Huang Ti se jactó, en inscripciones que perduran, de que todas las cosas, bajo su imperio, tuvieran el nombre que les conviene.
Soñó fundar una dinastía inmortal; ordenó que sus herederos se llamaran Segundo Emperador, Tercer Emperador, Cuarto Emperador, y así hasta lo infinito...
He hablado de un propósito mágico; también cabría suponer que erigir la muralla y quemar los libros no fueron actos simultáneos.
Esto (según el orden que eligiéramos) nos daría la imagen de un rey que empezó por destruir y luego se resignó a conservar, o la de un rey desengañado que destruyó lo que antes defendía.
Ambas conjeturas son dramáticas, pero carecen, que yo sepa, de base histórica. Herbert Allen Giles cuenta que quienes ocultaron libros fueron marcados con un hierro candente y condenados a construir, hasta el día de su muerte, la desaforada muralla.
Esta noticia favorece o tolera otra interpretación. Acaso la muralla fue una metáfora, acaso Shih Huang Ti condenó a quienes adoraban el pasado a una obra tan vasta como el pasado, tan torpe y tan inútil.

* * *

Acaso la muralla fue un desafío y Shih Huang Ti pensó: “Los hombres aman el pasado y contra ese amor nada puedo, ni pueden mis verdugos, pero alguna vez habrá un hombre que sienta como yo, y ése destruirá mi muralla, como yo he destruido los libros, y ése borrará mi memoria y será mi sombra y mi espejo y no lo sabrá”.
Acaso Shih Huang Ti amuralló el imperio porque sabía que éste era deleznable y destruyó los libros por entender que eran libros sagrados, o sea libros que enseñan lo que enseña el universo entero o la conciencia de cada hombre.
Acaso el incendio de las bibliotecas y la edificación de la muralla son operaciones que de un modo secreto se anulan.
La muralla tenaz que en este momento, y en todos, proyecta sobre tierras que no veré su sistema de sombras es la sombra de un César que ordenó que la más reverente de las naciones quemara su pasado; es verosímil que la idea nos toque de por sí, fuera de las conjeturas que permite. (Su virtud puede estar en la oposición de construir y destruir, en enorme escala.)
Generalizando el caso anterior, podríamos inferir que todas las formas tienen su virtud en sí mismas y no en un “contenido” conjetural.
Eso concordaría con la tesis de Benedetto Croce; ya Pater, en 1877, afirmó que todas las artes aspiran a la condición de la música, que no es otra cosa que forma.
La música, los estados de la felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético.

Jorge Luis Borges (1899 - 1986)

sábado, 16 de agosto de 2008

La revolución es ahora

La vida es como un paseo en un parque de diversiones,y cuando te subes piensas que es real porque así de poderosas son nuestras mentes. El paseo sube y baja y da vueltas, tiene emociones, sustos y es coloreado con luces... Y es muy ruidoso y es divertido por un rato. Algunos han estado en el paseo por mucho tiempo y empiezan a preguntarse "¿esto es real o es solo un paseo?" y otra gente ha recordado y nos ha dicho "oye, no te preocupes; no temas nunca porque esto es sólo un paseo". Y hemos matado a esas personas."¡Cállenlo que tengo mucho invertido en este paseo, cállenlo!" "Mira mi ceño de preocupación...mira mi gran cuenta bancaria" "y mi familia, esto tiene que ser real"... Es sólo un paseo... pero siempre matamos a esos tipos buenos que tratan de decirnos eso ¿lo has notado?... y dejamos a los demonios que sigan libres... Pero no importa, porque es sólo un paseo y podemos cambiarlo cuando queramos. Es solo una decisión. Sin esfuerzo, sin trabajo, ahorros... sólo una decisión ahora mismo, entre miedo y amor.
La Revolución es ahora.

Bill Hicks (comediante norteamericano 1961 - 1994)

lunes, 4 de agosto de 2008

miércoles, 23 de julio de 2008

La responsabilidad del artista es históricamente discutida en diferentes ámbitos intelectuales. Sería impensable verla ignorada hoy por los mismos músicos, escritores, actores, etc. aunque, paradójicamente, lo vemos día a día. A continuación, unas citas en las que vemos representadas muchas de las ideas de lo que pensamos, define a un artista social:

- "Todo arte verdadero es experimentación y, lo lamento mucho, toda la vida verdadera es experimentación." Clarice Lispector

- "Mientras la ciencia tranquiliza, el arte perturba." Georges Braque

- "El arte no reproduce lo visible. Lo hace visible." Paul Klee

- "El gran arte, siempre es erotismo disimulado. " Jacques De Bourbon Busset

- "Arte es poder." Henry Longfellow Wadsworth

- "El arte es una rebelión contra el destino." André Malraux

- "El artista debe estar siempre con aquellos que padecen la historia, no con los que la hacen."Albert Camus

lunes, 14 de julio de 2008

Ciudad

Soy un efímero y no demasiado descontento ciudadano de una metrópoli creída moderna porque todo gusto conocido ha sido evitado en los mobiliarios y en el exterior de las casas así como en el trazado de la ciudad. Aquí no podríais distinguir las huellas de ningún monumento de superstición. La moral y la lengua están reducidas a su más simple expresión, ¡por fin! Estos millones de seres que no necesitan conocerse llevan tan pareja la educación, el oficio y la vejez que ese transcurso de sus vidas debe ser varias veces menor del que establece una loca estadística para los pueblos del continente. Hasta qué punto, desde mi ventana, veo nuevos espectros rodando a través de la espesa y eterna humareda de carbón, - ¡nuestra sombra de los bosques, nuestra noche de estío! - nuevas Erinias, ante mi casita de campo, que es mi patria y todo mi corazón, ya que todo aquí se parece a esto, - la Muerte sin lágrimas, nuestra activa hija y servidora, un Amor desesperado, y un bonito Crimen piando en el barro de la calle.

Arthur Rimbaud (1854-1891) Extraido de su libro "Iluminaciones"

lunes, 7 de julio de 2008

Caín sigue siendo la izquierda y Abel la derecha.
Son los agricultores contra los pastores.
Abel es el agricultor que cuida mucho sus frutos y la Biblia dice que lo hace para ofrecérselos al Señor; y Caín es el trashumante que cruza el mundo.
Claro, siempre hay más revolución, más inquietud, más novedad, más progreso, en el hombre errante y aventurero que en el primer burgués que es Abel.

Francisco Umbral (11/05/1935 - 28/08/2007 Periodista y poeta español)

lunes, 26 de mayo de 2008

Nos llegan bajo la autoridad de alguna ética disfrazada, frases lastimosas que promulgan frialdad, equidistancia, “objetividad” higiénica. Se nos propone en nuestra vida no postular relaciones de tensión con la historia de la que formamos parte.
El pensamiento crítico es vencido una vez más por la tibieza de quienes prefieren seguir siendo jueces de una ficción extraordinariamente eficaz; ficción que logra crear una mitad de vaso llena en toda “confrontación”.
El orden, más el orden, más el orden, termina generando un gran excedente.
Este excedente, estos desperdicios humanos, son aislados o finalmente montados a esta falsa estabilidad defendida, paradójicamente, por su falta de identidad producto de la velocidad con la que se transforma.
De esta manera, nos encontramos nuevamente en una encrucijada que atenta contra el verdadero análisis: tememos vivir a destiempo.
Hoy sólo parece ser presente lo que no lo es todavía sino que se anuncia como inminente. En cambio, lo verdaderamente presente, por el mero hecho de existir o haber llegado, se convierte en pasado inmediatamente.
La cultura de hoy termina siendo lo que olvidamos. Mientras tanto, somos guiados ciegamente por la reacción neutra y políticamente correcta que se impone, terminando por conformar fieles soldados capaces de abandonar toda causa sincera por la defensa de una misma bandera: la de la pasividad improductiva.

viernes, 2 de mayo de 2008

Siempre es nuestro tiempo

Espíritus libres, nostalgias carceleras, proyectos inconclusos… Llenamos las calles de esta esperanza continua con ideas, deseos, intenciones; todo tipo de abstracciones de una realidad lejana a los pensamientos de su propia idealización.
Solos, casi muertos en vida, sin un espejo inmediato, sin la ayuda de sus pares, ahí van, sin rumbo, los hombres sin tiempo. Vagan por este todo, por esta gran metrópoli donde los ideales se ven condenados a esperar que la cola del banco nos permita hacer un trámite.
Ahí van… sólo van… no se detienen, no se miran, no se cuestionan; navegan en la superficial lucha contra lo cotidiano, lo burdo, lo aparente, simplemente van.
La caprichosa y “objetiva” jerarquización de hechos, con la que los medios de comunicación arman el collage que hace de marco para todas nuestras casi-acciones, no es más que eso, una peligrosa elección de cómo ver la realidad. Y en este tiempo de hombres sin tiempo fácilmente suele convertirse de una manera de ver el mundo en la única: una sedante visión de que tal vez ya sea demasiado tarde. Una visión tan persuasiva que logra bloquear el camino del deseo genuino (el que no se sacia momentaneamente en la siguiente vidriera). Una visión que parece ignorar que nada merece sobrevivir como un condescendiente homenaje a su propia inercia.