jueves, 2 de octubre de 2008

(...) El resultado es una suerte de generalizado relativismo ideológico y filosófico: las ideas y las representaciones, como las mercancías, no son ni buena ni malas en sí mismas, sino que se colocan mejor en el mercado según la ley de oferta y la demanda. Así queda bloqueada toda posibilidad de determinar una jerarquía de legitimidades, y mucho menos una legitimidad última, una imagen universalmente válida de la verdad sobre el mundo o la sociedad. Esto tiene un aspecto sumamente positivo en tanto impide la absolutización del pensamiento y el dogmatismo sustancialista. Pero desgraciadamente, este es un aspecto muy subsidiario: lo dominante es que el mencionado relativismo impide la construcción de ideas de legitimación alternativas a las ya existentes en un mercado saturado; paradójicamente, la legitimación ideológica del postmodernismo consiste en que no hay ideas completamente legítimas: en un mundo sin más fundamento que la libre circulación de las ideas-mercancias en el mercado, sólo es posible juzgar por la eficacia de los resultados (las mejores mercancias son, como se sabe, las que mas se venden) y no por la consistencia de esas ideas para construir interpretaciones - por lo tanto modificaciones- de la realidad. El pragmatismo del pensamiento sustituye, en estas condiciones, al pensamiento crítico que procura analizar en profundidad y con lucidez los malestares de la cultura y la sociedad, y el sometimiento conformista a las hipnotizantes imágenes fragmentadas de los medios de comunicación sustituye a la reflexión y a la duda metafísica sobre las imperfecciones del mundo.

Fragmento de "Las Formas de la Espada"
Eduardo Gruner (sociólogo argentino)

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