martes, 11 de noviembre de 2008

La ciudad perdida

Luego del terremoto,
del diluvio extraordinario,
bajo el agua, rezagado,
veo que mi horizonte se desplaza a medida que voy nadando.

Dolorido, casi ahogado, me pregunto
- ¿Qué quedó del humo?
¿de las ruinas de la "civilización"?
¡Era todo tan hermoso!
(condescendiente con mi espíritu siniestro)

Recuerdo la ciudad devastada.
Aquella belleza del infierno,
todo deseable, nada satisfactorio.
La tragedia la ibamos perdiendo... y éramos felices..

Construimos todo bajo asesinatos cotidianos
y en nuestras propias mentes complejas
llevábamos la ruptura...

Sonidos anónimos, alcohol, amor...
No ganábamos ni perdíamos, destruíamos.
Extraño esa resaca de persianas bajas.
¡Quiero mi Ribotril!
¡Mi bendito insomnio económico!

Vivíamos sin errores,
embriagados por la vida silenciosa
de la soledad multitudinaria.

En aquel mundo, nuestras realidades se volvian objetivas.
Extraño todo..
Necesito más catástrofes, festejos...

Nado en un líquido que no me engaña,
y de repente... -¡Puedo volver a escribir, como pensamiento indisciplinado!-

Pero no logro entender. Me pregunto
¿Qué me pasa?
¿Respiro otro oxígeno? ¿mi físico sufre??
Existir, ¿me sigue pareciendo algo fatídico?

Mi memoria tiembla
diapositivas de esa ola gigante, tragándome
rápida, lastimosa...
pero aliviándome a la vez.

De a poco grito: - ¡está predominando nuevamente mi forma humana!-
Me pervierto, asumo mi justa soberbia.
Angustiado, me salvo, escapo...
Mis pulsaciones van más rápido que mi propio ser.
Mi presión no es la normal, siento latidos acelerados.
A punto de hacerme polvo de mis palabras
grito :¡el tiempo ya no es una trampa...!

Que yo sepa, no voy a volver a mi cárcel...
(pero todo lo demás que suceda, no es ya culpa mía)


La Condena de Caín

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