lunes, 26 de mayo de 2008

Nos llegan bajo la autoridad de alguna ética disfrazada, frases lastimosas que promulgan frialdad, equidistancia, “objetividad” higiénica. Se nos propone en nuestra vida no postular relaciones de tensión con la historia de la que formamos parte.
El pensamiento crítico es vencido una vez más por la tibieza de quienes prefieren seguir siendo jueces de una ficción extraordinariamente eficaz; ficción que logra crear una mitad de vaso llena en toda “confrontación”.
El orden, más el orden, más el orden, termina generando un gran excedente.
Este excedente, estos desperdicios humanos, son aislados o finalmente montados a esta falsa estabilidad defendida, paradójicamente, por su falta de identidad producto de la velocidad con la que se transforma.
De esta manera, nos encontramos nuevamente en una encrucijada que atenta contra el verdadero análisis: tememos vivir a destiempo.
Hoy sólo parece ser presente lo que no lo es todavía sino que se anuncia como inminente. En cambio, lo verdaderamente presente, por el mero hecho de existir o haber llegado, se convierte en pasado inmediatamente.
La cultura de hoy termina siendo lo que olvidamos. Mientras tanto, somos guiados ciegamente por la reacción neutra y políticamente correcta que se impone, terminando por conformar fieles soldados capaces de abandonar toda causa sincera por la defensa de una misma bandera: la de la pasividad improductiva.

viernes, 2 de mayo de 2008

Siempre es nuestro tiempo

Espíritus libres, nostalgias carceleras, proyectos inconclusos… Llenamos las calles de esta esperanza continua con ideas, deseos, intenciones; todo tipo de abstracciones de una realidad lejana a los pensamientos de su propia idealización.
Solos, casi muertos en vida, sin un espejo inmediato, sin la ayuda de sus pares, ahí van, sin rumbo, los hombres sin tiempo. Vagan por este todo, por esta gran metrópoli donde los ideales se ven condenados a esperar que la cola del banco nos permita hacer un trámite.
Ahí van… sólo van… no se detienen, no se miran, no se cuestionan; navegan en la superficial lucha contra lo cotidiano, lo burdo, lo aparente, simplemente van.
La caprichosa y “objetiva” jerarquización de hechos, con la que los medios de comunicación arman el collage que hace de marco para todas nuestras casi-acciones, no es más que eso, una peligrosa elección de cómo ver la realidad. Y en este tiempo de hombres sin tiempo fácilmente suele convertirse de una manera de ver el mundo en la única: una sedante visión de que tal vez ya sea demasiado tarde. Una visión tan persuasiva que logra bloquear el camino del deseo genuino (el que no se sacia momentaneamente en la siguiente vidriera). Una visión que parece ignorar que nada merece sobrevivir como un condescendiente homenaje a su propia inercia.