jueves, 29 de abril de 2010

Almas nobles

Hay fechas que nos movilizan como sociedad ante el unánime repudio a lo inconcebible. Días después, el espejismo de la cotidianidad nos une en el olvido y el egoísmo de lo urgente. Hay días que nos despiertan al golpear duro en nuestra avergonzada conciencia y nos obligan algún que otro acto de enferma rebeldía. Hay horas de cada día que dedicamos a pensar, a hacer, a construir, con la cabeza en el bien común y la duda en lo más hondo de todo lo establecido. Sin embargo, se nos obliga a desdoblarnos. A ser unos, unas horas, unos días y a ser otros, enajenados, como piezas fácilmente reemplazables, otras horas, otros días. La imperiosa necesidad que el sistema nos genera, obliga al alma noble a ser dos: quien se rebela y vive en armonía con su sentido crítico, y quien obedece con la cabeza gacha para sobrevivir ante lo que no puede destruir. Esta necesidad es falsa, es creada ante nuestros ojos para que dejemos de ser nosotros en cuanto esta misma necesidad se presenta como imperiosa. Si todas las almas nobles no renunciasen a ser ellas mismas ni por un minuto, atendiendo sólo las verdaderas urgencias nacidas desde lo más hondo de su ser, nuestra victoria en la búsqueda de un espíritu revolucionario, estaría ya ganada.

La Condena de Caín

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