martes, 24 de marzo de 2009

Remo

Ya de chico Remo no encajaba en los parámetros sociales de “normalidad”. Si bien su indisciplina era constante y su relación con otros nenes de su edad no era la más recomendable, nada preocupó demasiado a sus padres hasta los diez años de edad.
En ese año, un muy estimulante juego en el colegio se basaba en preguntarle a cada alumno sobre un sueño para el futuro: ser jugador de fútbol, astronauta, un genio de computación como su papá, cuántas respuestas ocurrentes. Ninguna tan sorpresiva como la de remo: “Dormir y no despertar jamás”. No es extraño entender la preocupación inmediata de su maestra, luego de la directora y finalmente, llegada la noticia a sus padres, la desesperación total.
A partir de entonces, la vida de Remo giró en torno al mejor tratamiento adecuado para su evidente locura. De cuidado en cuidado, de especialista en especialista, de clínica en clínica. Ya en la adolescencia los cambios empezaron a notarse y con esto, sus padres a tranquilizarse. Sin embargo, el tratamiento jamás cesó y sus efectivos cambios tampoco.
Poco a poco Remo se sintió cada vez más a gusto con el mundo que le tocaba vivir. Con el tiempo empezó a trabajar en la empresa de su padre y para sorpresa de todos, como un empleado ejemplar. También en la Universidad su rendimiento era sobresaliente y aquel turbio pasado fue olvidándose, no sólo por él sino por toda su familia.
Ya de grande, casado y con hijos, se hizo cargo del trabajo de su padre y con esto consiguió la tranquilidad y seguridad para sus queridos que hace tiempo venía anhelando. Ya no habría sobresaltos. Cada día llegaría a su casa, se recostaría en su sillón, vería un poco de televisión y esperaría a dormir para nuevamente ir al trabajo y poder afianzar esta seguridad que tanto lo apartaba de sus tempranas inquietudes.
Un día cualquiera (podría haber sido hoy, ¿qué diferencia habría?) sentado en su sillón, tan cansado como de costumbre, una sonrisa lo sorprendió en su cara. ¿Qué sería esa tan inapropiada mueca que amenazaba esos tan serios rasgos que con el tiempo había logrado desarrollar? Molesto con él mismo, luchó inútilmente para que el gesto se vaya de su cuerpo. Pero la sonrisa parecía desafiarlo hasta estallar en jocosos exabruptos y finalmente en carcajadas. Remo intentó combatir su estado de ánimo con todas las fuerzas que le quedaban a esa altura de la vida, hasta que comprendió que su derrota era obvia e inminente. Por primera vez en tanto tiempo, recordó sus primeros años de vida, tan lejanos y olvidados, y comprendió por qué su alma se reía de él. De una manera muy extraña, su sorprendente sueño de la niñez se había cumplido.

La Condena de Caín

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