lunes, 30 de marzo de 2009

(…) Durante años había escrito sobre la arquitectura norteamericana y su enfermedad funcional: la de que era imposible distinguir los nuevos colegios de las nuevas cárceles de los nuevos hospitales de las nuevas fábricas de los nuevos aeropuertos. Distintas instituciones eran reemplazadas por una institución. Sí, y la ironía consistía en que esa cárcel de Occoquan era arquitectónicamente más agradable que muchas universidades de Estado que había visto, o que muchos colegios. Es probable que no existiera en el mundo mayor impotencia que la de saber que uno estaba en lo cierto y que la ola del mundo estaba equivocada, y sin embargo la ola seguía creciendo. Inundaciones de arquitectura totalitaria, supercarreteras totalitarias, humo y neblina totalitarios, alimentos totalitarios (sí, congelados), comunicaciones totalitarias - el terror, para un hombre tan conservador como Mailer, era que el nihilismo pudiese ser la única respuesta para el totalitarismo. La máquina funcionaría moliendo al hombre de la masa y a sus guerras surrealistas, hasta que la máquina se rompiera. Para ello harían falta nihilistas. Pero por otra parte, nada era peor que el nihilismo que no lograba triunfar- porque entonces resultaría acelerado el totalitarismo. (…)

Fragmento de "Los ejércitos de la noche" (Norman Mailer, escritor estadounidense 1923 - 2007)

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