martes, 19 de enero de 2010

Carta de Arthur Rimbaud

Carta de Arthur Rimbaud a Georges Izambard (docente suyo)

Charleville, [13] de mayo de 1871

Estimado señor:

De nuevo es usted profesor. Nos debemos a la Sociedad, me dice; usted forma parte del cuerpo docente: va usted por el buen camino. Yo también sigo el principio: me dejo mantener con total cinismo; desentierro antiguos imbéciles del colegio: les doy cuanto puedo inventar de necio, sucio, malo, tanto de palabra como de obra: me pagan en cervezas y en vinos. Stat mater dolorosa, dum pendet filius, Me debo a la Sociedad, es justo; y tengo razón. Usted también, tiene razón, por ahora. En el fondo, usted solo ve en su principio poesía subjetiva: su obstinación en volver al pesebre universitario —¡perdón!— lo prueba. Pero acabará como alguien satisfecho que nunca hizo nada, porque no quiso hacer nada. Sin contar con que su poesía subjetiva siempre será horriblemente insípida. Algún día, espero, — muchos otros también lo esperan—, veré en ese principio suyo la poesía objetiva: ¡la veré más sinceramente que usted mismo! Seré un trabajador: esto es lo que me retiene, mientras que la ira enloquecida me empuja hacia la batalla de París ¡donde tantos trabajadores siguen muriendo mientras le escribo! Trabajar ahora, nunca, jamás; estoy en huelga.

Ahora me encanallo cuando puedo. ¿Por qué? Quiero ser poeta y trabajo para convertirme en Vidente: usted no lo comprenderá nada, y yo no sabría explicárselo. Se trata de llegar a lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos. Los sufrimientos son enormes, pero hay que ser fuerte, haber nacido poeta, y yo me he reconocido como poeta. No tengo culpa alguna. Es falso decir: Yo pienso; se debería decir me piensan. Perdón por el juego de palabras.

¡YO es otro!.

¡Tanto peor para la madera que se cree violín, y a la mierda los inconscientes que ergotizan sobre lo que desconocen por completo!

Usted no es para mí Docente. Le doy esto: ¿es sátira, como diría usted? ¿Es poesía?

Sigue siendo fantasía. Pero, se lo ruego, no subraye ni con el lápiz, ni tampoco demasiado con el pensamiento:

(...)

Rimbaud

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