domingo, 31 de mayo de 2009

“(…) Los pueblos son representados hasta cierto punto por los Estados que constituyen, y estos Estados, a su vez, por los Gobiernos que los rigen. El ciudadano individual comprueba con espanto en esta guerra algo que ya vislumbró en la paz; comprueba que el Estado ha prohibido al individuo la injusticia no porque quisiera abolirla, sino porque pretendía monopolizarla, como el tabaco y la sal. El estado combatiente se permite todas las injusticias y todas las violencias que deshonrarían al individuo. (…)”

Sigmund Freud.


Yo lo conocía desde chico, era mi amigo, mi hermano. Desde que abandonó el país, solíamos hablar casi todos los días. En el fondo, siempre le guardé cierto rencor por irse… más en este momento. Me fue imposible no verlo como una traición. Él se escudaba una y otra vez “Es necesario, lo hago por mi familia…”. Quizás para mí nunca fue suficiente pero siempre dije entenderlo y lo apoyé en todo lo que pude.
Como todos saben, hace un par de meses que mantener una conversación fluida con el extranjero es casi imposible, inclusive para mí. Desde que estalló la guerra los medios de comunicación escasean y particularmente las llamadas al país enemigo han tenido que ser restringidas necesariamente. Rara vez discutí con él mi decisión. Sabíamos que estábamos en desacuerdo pero preferíamos evitar el tema para poder seguir compartiendo tantas otras cosas que nos unían. Él nunca hubiera comprendido, era un hombre simple, un hombre de paz. Pero yo me ví obligado a declarar esta guerra, y lo hice. Era la única salida. Mi gente me necesitaba y la violencia era la única respuesta a sus plegarias. Dios sabe que intenté todo antes que esto.
Ya se, ya se… Si lo pienso cada noche… lo he discutido con mi mujer en cada cena que todavía puedo compartir con el resto de dignidad que me queda. Se conscientemente que mi pueblo depende de mí pero no es mejor que otros pueblos, especialmente que el pueblo que le ha abierto los brazos a un hermano mío… ¡Basta! No quiero pensar más en eso. Esta guerra era tan necesaria como respirar para los míos, como comer para mi pueblo. Ya está todo dicho. Ahora es hora de que otro termine lo que yo empecé, lo que indefectiblemente terminará.Ayer recibí la noticia de su muerte. Yo le advertí que esa ciudad sería bombardeada, él lo sabía, pero siempre tan lleno de ideales… No me cabe duda que su familia escapó a tiempo, pero creo que yo mismo siempre supe que él no se iría. Ahora es demasiado tarde, eso tenía que hacerse y se hizo. Se necesitó alguien sin moral ni escrúpulos para llevar a cabo lo que era necesario. Ahora mi renuncia es un hecho pero todos saben que mi sucesor no podrá tirar por la borda todo lo que he hecho. Quizás se pregunten, ¿podré seguir viviendo con todas estas cargas? ¿Quién sabe? O peor aún, ¿a quién le interesa?

La Condena de Caín

1 comentario:

LEANDRO descartandomiserias@hotmail.com dijo...

Que buena idea la de este Blog. Ojala sigan asi y aguante la condena de cain. Nos vemos pronto.