martes, 12 de octubre de 2010

El deseo

Ya no puedo ni contar las veces que me sentí atacado por delirios introspectivos en los que fingí encontrarme, acercarme a nuevas verdades absolutas que me unían más al mundo y a los otros. Así lograba llevar el día a día, como lo hacemos todos, por la inercia de vivir.
Sin embargo esta noche algo cambió en mí drásticamente. Probablemente no haya sido un hecho concreto, sino la explosión de un proceso acumulado por la racionalización de tantas angustias. Pero toda proeza tiene un héroe, un momento cúlmine en el que todo lo anterior se redimensiona. En este caso, acaba de pasar. Por primera vez en mi vida atendí sinceramente a un profundo deseo interior. No lo cuestioné, no especulé con sus posibles consecuencias, no lo abrumé con falsa ética y moral, simplemente lo cumplí. Me escuché con atención, respeté mi voluntad y me entregué intensamente a la satisfacción de tal deseo embriagándome en él. Ahora sé que el cambio es irreversible, como un camino cuyas puertas se cierran para siempre una vez que son traspasadas. Es sólo cuestión de que el tiempo actúe en mí y me conduzca a lugares nuevos e irreconocibles para mi antiguo yo. Hoy, ya soy otro.

La Condena de Caín

No hay comentarios: