miércoles, 8 de septiembre de 2010

El impulso

Soy lo que se dice una persona impulsiva. ¿Cómo describirlo? Creo que es así: me viene una idea o un sentimiento y yo, en lugar de reflexionar sobre lo que me vino, obro casi de inmediato. El resultado es mitad y mitad: a veces sucede que actué bajo una intuición de esas que no fallan, a veces me equivoco por completo, lo cual prueba que no se trataba de intuición, sino de simple infantilismo.
Se trata de saber si debo seguir mis impulsos. Y hasta qué punto puedo controlarlos. Hay un peligro: si reflexiono demasiado dejo de actuar. Y muchas veces queda comprobado después que debería haber actuado. Estoy en un impasse. Quiero mejorar y no se cómo. Bajo el impacto de un impulso, ya les hice bien a algunas personas. Y, a veces, haber sido impulsiva me lastima mucho. Y más: no siempre mis impulsos tienen un buen origen. Vienen, por ejemplo, de la cólera. Esta cólera a veces no debería ser tomada en cuenta; otras como me dijo al respecto una amiga, es mi cólera sagrada. A veces mi bondad es debilidad, a veces es benéfica para alguien o para mí misma. A veces restringir el impulso me anula y me deprime; a veces restringirlo me da una sensación de fuerza interna.
¿Que haré entonces? ¿Deberé continuar acertando y equivocándome, aceptando resignadamente los resultados? ¿O debo luchar y convertirme en una persona más adulta? Y también tengo miedo de convertirme en demasiado adulta: perdería el placer de lo que es un juego infantil, de lo que tantas veces es alegría pura. Voy a pensar el asunto. Y por cierto el resultado vendrá también con forma de impulso. No soy muy madura todavía. O nunca lo seré.

Extracto de "Revelación de un mundo" - Clarice Lispector (Escritora Brasileña 1920-1977)

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