Te escribo desde el infierno. Veo que tu salud no es buena. Entiendo que te mueva la auto-conservación. Deberías parar con eso de la mesura que tantas veces me nombras en tu carta. Querés encasillar todo en tu diagrama de mundo, tus probabilidades, el cálculo, la razón. A la vez, tus formas para esto son modositas, ordenadas y útiles. Pero no te preocupes. Por suerte todo no es un pensamiento. Te hago una recomendación: deberías dejar de actuar sólo por el pos, esa fábula moderna del porvenir. Sé que te aterra la imaginación del ocio, que sufrís el éxtasis, la violencia, la fiesta que derrocha, el puro gasto, el abismo más oscuro que la oscuridad. Hoy sólo sos para la acumulación. Te doy mi pésame. Creo que sin darte cuenta estás pervirtiendo la perversión.
Igual quedate tranquilo. Quiero que sepas que no voy a ser tu mierda útil. No puedo ser una mera función. Siempre voy a mear fuera del tarro. Soy tu sin sentido. Las lágrimas, la risa, lo imposible que se realiza. Soy el mal, la mosca que deambula putrefacta por tu jardín. Soy ingobernable, soy con angustias, guerras internas; soy un asesino. Me acompañan a mi lado lo milagroso, lo sensitivo y el azar. Con ellos voy a dinamitar tu racionalidad productiva. En fin: soy el caos primogénito, soy la única solución para tu enfermedad.
Con cariño. Siempre corrupta, mentirosa y ácrata.
Tu sombra maldita
Pd: Vi la foto que me enviaste, pero tu grotesco maquillaje me asustó.
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